En la actualidad vemos la dualidad entre juventud y vejez como dos dipolos completamente opuestos, donde la juventud se relaciona con los conceptos “buenos” (como vitalidad, belleza, felicidad…) y la vejez con los “malos” (como cansancio, decrepitud, tristeza…). Estos estereotipos creados acerca del envejecimiento resultan una visión exagerada de unas pocas características, y en su mayoría son inventados y tienen poca o nula base real. Aun así, los asumimos como ciertos ya que vemos algunas de esas conductas negativas como una confirmación de la realidad, mientras que ignoramos las características positivas. El problema de estos estereotipos es que están tan integrados en nuestra mentalidad que no ayudan a que se produzca un cambio de conducta.

Los estereotipos hacia las personas mayores se establecen en edades tempranas de la adultez y se mantienen a lo largo del tiempo, por lo que también afectan a los mayores (serían lo que llamamos autoestereotipos), y tienen un efecto de profecía autocumplida, donde las personas tienden a comportarse de acuerdo a la visión que tiene la sociedad y ellos de sí mismos.

Sin embargo, el envejecimiento no tiene porqué ser necesariamente problemático. Incluso cuando lo es, estos estereotipos sólo sirven para empeorar la sensación de incapacidad y las conductas de dependencia (un fenómeno llamado indefensión aprendida). Los cuidadores de personas mayores suelen tener expectativas de rendimiento negativas hacia el familiar debido a estos estereotipos, lo que le provoca que realicen comportamientos sobreprotectores que privan a la persona de oportunidades para conseguir objetivos (por ejemplo, cuando no se le permite a un familiar mayor realizar una tarea porque lo hace demasiado despacio, el típico “ya lo hago yo que tardo menos”). Esto lo único que consigue es privar a la persona de oportunidades para desarrollar sus capacidades, por lo que éstas se acaban deteriorando y se acaban cumpliendo las expectativas que teníamos (tanto de los jóvenes como de los mayores), lo que termina aumentando la discapacidad. En estos casos no es la enfermedad la que provoca la incapacidad (aunque puede haber cierta dificultad o incapacidad), sino las conductas de ayuda excesivas.

Resulta por esto mismo importante darse cuenta de los prejuicios que se pueden tener acerca de este colectivo y reconocer la autonomía de estas personas. Desde Salus Mayores luchamos para vencer estos estereotipos contra la vejez, tanto con los familiares y cuidadores como con nuestros pacientes, proporcionado tareas y apoyando en lo posible, lo cual no sólo mejora el desempeño, sino que también detiene el deterioro y aumenta la motivación y la autoestima.

Se recomienda revisar la entrada de blog “pautas a seguir en los cuidados del paciente con demencia” para poner en práctica conductas positivas con personas mayores (son conductas que se pueden llevar a cabo satisfactoriamente se padezca o no la enfermedad de Alzheimer).

Autor: Teresa López Rodríguez

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