Cuando hablamos de salud emocional, hablamos de capacidades de adaptarse a los cambios y la flexibilidad para aprender cosas nuevas, junto con un estilo de vida activo y saludable.
A medida que se envejece, aumentan las posibilidades de que se padezcan trastornos mentales derivados de una mala salud emocional. El cómo afrontemos el envejecimiento va a repercutir sobre éste. La calidad de vida de la persona dependerá en parte de nuestra salud emocional.
Las emociones positivas funcionan como un antídoto contra el estrés, el dolor y la enfermedad. Personas con una actitud positiva tienden a llevar estilos de vida más saludables y una actitud más preventiva. Además de esto, mantener una actitud positiva ayuda a afrontar el estrés, un factor de riesgo a la hora de padecer enfermedades. Las emociones positivas aumentan la capacidad de atención, reflexión, resiliencia y bienestar emocional y físico. No obstante, también es importante permitirnos estar tristes y llorar cuando sea necesario, no es algo malo, todo lo contrario, aliviará la carga que tengamos y nos hará sentir mejor y aliviados.
Es importante permitirnos hablar de cómo nos sentimos y validar todas las emociones para tener una buena salud emocional. No hay emociones malas, solo hay emociones, las cuales nos hacen conscientes de lo que sentimos, de lo que nos gusta y de lo que no. Tenemos que permitirnos estar tristes cuando lo necesitemos. Validar todas las emociones y hablar de cómo nos sentimos es un paso crucial para conseguir tener una buena salud emocional.
En resumen, la salud emocional influye directamente en el envejecimiento, previniendo enfermedades y promoviendo un mayor bienestar.
¿Cómo mejorar la salud emocional?
- Practicar actividad física.
- Pasar tiempo con gente joven.
- La familia juega un papel importante: lazos afectivos familiares fuertes contribuyen a tener una buena salud emocional
- Cuidado personal: alimentación, higiene, descanso.
- Técnicas de relajación.
- Proponernos objetivos realistas. Tener metas inalcanzables solo nos frustraría.
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Autor: Alba González Quevedo