Según sugiere una nueva investigación publicada en Environmental Health 19, 8 (2020).
Los investigadores, de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) Weiran Yuchi, Hind Sbihi, Hugh Davies, Lillian Tamburic y Michael Brauer, estudiaron la incidencia de enfermedades neurológicas en una población de 678.000 adultos del área metropolitana de la ciudad de Vancouver.
Para su investigación, estimaron las exposiciones individuales a la proximidad de las carreteras, la contaminación del aire, el ruido y las zonas verdes en la residencia de cada persona usando el código postal.
Durante el período de seguimiento, los investigadores identificaron 13.170 casos de demencia, 4.201 casos de Parkinson, 1.277 de Alzheimer y 658 de esclerosis múltiple.
Para valorar la “Proximidad a la carretera”, se estableció la siguiente clasificación:
Las carreteras que pertenecían a las categorías 1 (autopista) y 2 (conductos de varios carriles para tráfico intraurbano) se definieron como carreteras. Las categorías de carreteras 1 y 2 tenían una media de 115.000 y 20.000 vehículos por día, respectivamente.
Las carreteras que se clasificaron en las Categorías 3 (carreteras secundarias con múltiples carriles y gran capacidad de tráfico) y 4 (carreteras para viajes más cortos dentro de la ciudad) se definieron como carreteras principales. Las carreteras de categoría 3 y 4 tenían una media de 15.000 y 18.000 vehículos por día.
Para carreteras y carreteras principales, la proximidad residencial a la carretera más cercana se clasificó como 1) menos de 50 m, o 2) mayor de 50 m pero menor o igual a 150 m del centro del código postal.
Para valorar “La contaminación del aire”, se realizaron mediciones de contaminantes del aire como partículas finas (en 25 sitios de monitoreo), carbón negro (en 116 sitios de monitoreo), dióxido de nitrógeno y óxido nítrico (en 116 sitios de monitoreo).
Además, se determinaron 55 variables geoespaciales como densidad de población, uso del suelo y longitud de la carretera.
Se determinó la exposición al “Ruido”, calculándose en función del tipo de carretera, volumen de tráfico, datos ferroviarios (p. ej., tipo de tren y frecuencia), registros de vuelo, edificio alturas y huellas (durante el día-tarde y noche), teniendo en cuenta el aumento de la sensibilidad al ruido de los residentes al ruido de la noche.
Para valorar la “Vegetación”, se estimó la reflectancia de la superficie terrestre de las partes del espectro del infrarrojo cercano y visible en un radio de 100 m alrededor de las direcciones residenciales para calcular los valores anuales de verdor.
Otras variables, a nivel individual incluyeron edad, sexo y comorbilidades que estaban potencialmente asociadas con los resultados.
Se identificaron participantes con una de las siguientes afecciones: lesión cerebral traumática, diabetes, hipertensión, accidente cerebrovascular, enfermedad coronaria, insuficiencia cardíaca congestiva y arritmia.
Además de la edad, el sexo y el nivel socioeconómico, estas comorbilidades son factores de riesgo aceptados de patología neurodegenerativa.
Cómo influye el ambiente en las personas con demencia
Según sus hallazgos, vivir a menos de 50 metros de una carretera principal o a menos de 150 metros de una autovía o autopista se asocia a un mayor riesgo de desarrollar demencia y enfermedad de Parkinson, probablemente debido a una mayor exposición a la contaminación del aire.
Los investigadores también han probado que vivir cerca de espacios verdes, como parques, tiene efectos protectores contra el desarrollo de estos trastornos neurológicos. «Por primera vez, hemos confirmado un vínculo entre la contaminación del aire y la proximidad del tráfico con un mayor riesgo de demencia y Parkinson», explica el autor principal del estudio, Weiran Yuchi.
Para la demencia y el Parkinson, vivir cerca de las carreteras principales o de una autopista se asoció con un 14 y un 7% de aumento en el riesgo de ambas condiciones, respectivamente.
Cuando tomaron en cuenta los espacios verdes, encontraron que el efecto de la contaminación del aire sobre los trastornos neurológicos estaba mitigado. Los investigadores sugieren que este efecto protector podría deberse a varios factores. «Para las personas que están expuestas a un nivel más alto de espacios verdes, son más propensas a ser físicamente activas y también podrían tener más interacciones sociales.
Incluso podría haber beneficios solo de los aspectos visuales de la vegetación», explica el autor principal del trabajo, Michael Brauer.
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Autor: Alba González Quevedo